sábado, 29 de marzo de 2008

Luz

Para Lorena

Era inútil. De pie frente a la tela, manos en los bolsillos del pantalón, el rostro vacío de expresión, no había deseo para continuar el trabajo. No quería fumar, no podía concentrarse al leer.
Sentado a la mesa, frente a la ventana, garabateaba líneas sobre una de las croqueras. Con su otra mano sostenía su barbilla; la vista fija hacia el exterior.
Echado en el sillón cama estudió, durante un rato, a las sombras de la tarde que se erguían como grandes masas al interior del taller. Minuto a minuto, subían y devoraban más espacios. Se imaginó a una figura flaca y negra trepando techos con una minita desmayada en sus brazos. De pronto, tras la cortina, un chascón de mirar enajenado lo espiaba. pero, no sería Cesare ni el Doctor Caligari en persona quien vendría a sacarle del esplín.
"Wonderful tonight" fué el tema escogido. Eric Clapton sabía interpretar sus estados de ánimo, mas, aún no atinaba a largarse por ahí, conteniéndose, juntando coraje para dejarse ver en el boliche donde trabaja ella.
Ella... buscó y revisó sus fotos. No se cansaba de verle sonriendo o durmiendo o mirar a cualquier lado, observándole con blandura.
La oscuridad ya lo envolvía por completo. Quieto, tumbado sobre la alfombra se rindió, finalmente, a la nostalgia de un cuerpo conocido. Y fué ahí, entre sus telas y rollos de papel, que unos pies descalzos fueron hasta uno de los bordes de la ventana. Solía pasear desnuda e instalarse a contemplar el ajetreo desde ese, su rincón. Con sus senos rozando el vidrio dibujaba circulos y figuras invisibles mas el sabía que de eso modo retrataba al mundo, y pensó que sería una aventajada artista de las tetas erguidas. Por eso, una vez, se las untó con pintura y disfrutó de dos estaciones completas con su ventana expresionista, la primera que haya conocido. Sin embargo, ella no se animó a pintar también en las telas o hasta en el muro. Que sus pechos solo se inspiraban con el frío del vidrio y en ciertas ocasiones, nada más... sentenció. El opinó que bueno. Además, ya estaba algo visto eso de pintar con una mujer en pelotas en la historia del arte.
No soportó que el rincón estuviese vacío. Tomado por una idea, a paso ágil, cruzó el centro de la ciudad. Más de una hora anduvo de aquí para allá tomando fotos, de cuando en cuando. Ya agotado y algo hambriento decidió ir hasta el café turco cercano al Museo de Bellas Artes.
Solo un par de comensales le vieron al entrar, anunciado por la campanilla en la puerta. Por unos segundos, aspiró el fuerte olor a tabaco y café. Desde la caja, Norma le regaló una sonrisa, y fué hasta el final, a la mesita con cubierta transparente y fondo de ajedrez.
La cámara sobre la mesa. Sus dedos jugando con el cenicero. Aguardó. A su izquierda, después del Wurlitzer, los retratos de mirada perpicaz sobre la pared rojiza de Jarmush, Fassbinder, Allen, Fellini, Cassavettes y hasta el mismísimo Marlon Brando parecían avivarle el ánimo. Mientras que en la pared opuesta, junto a la caja registradora y sobre la cabeza de dos lánguidos fumadores, la expresión mañosa y socarrona de Bukowski le exclamaba: "¡Vamos, galanzote, métele mano aqui mismo, fóllatela sobre la mesa!" Algo más severo y lacónico, Poe prefería guardar silencio y espiar, asimismo Marinello y Aster, aunque este le hizo el guiño para que la viese llegar.
- Café?
- Sí, por favor.
- Querés un poco de leche caliente?
- Si me la ofreces como hizo Emmanuelle Seigner en Lunas de Hiel, por supuesto! Te acuerdas que cuando la vimos te pusiste...
- Pará, José. Hoy no te asientan las bromas; mirate como andás.
- Cómo?
- Como un solitario que quiere consuelo. Parecés un espectro!
- Por lo menos, no dijiste esperpento!... si, soy un solitario sin remedio, qué le voy a hacer. Lo que si tiene remedio es tu ausencia en mi casa.
- José, cariño, no me pidás algo que ya sabés no te puedo dar.
- Ya me lo has dado, Luz. Mi casa, mi taller entero se muere sin ti. No te pido nada más que no dejes de ir porque no puedo trabajar, no puedo hacer nada si te extraño tanto. Es muy cruel crear el lazo y luego romperlo como si nada. Luz, te quiero...
- Yo también te quiero, pero, sabés que no te puedo amar. Yo no amo a nadie, nunca lo he hecho y no creo que seás vos la excepción. Me gustás mucho; lo que hacés, pensás, sentís, pero, no soy musa, apenas me alcanzo para mi.
- Luz - le enseñó las imágenes de la cámara - mira: ves? esa esquina, el sitio, nuestro sitio en el bar, los puestos en el cine, el parque, el puente, las veredas...
- Si...
- Qué les falta? tú! están a medio morir, mira. Están grises, apenas me hablan, me susurran que te echan de menos y que de no aparecerte, no tienen sentido.


De veras que la vida, a veces, se detiene, paralizándote con ella, incluso. Pero si Marlon Brando se hizo vulnerable al confesarse con su amante en El Último Tango en Paris, terminando moribundo y trastornado en un balcón, porque el no habría de lanzarse a cualquier sitio, dejando un brazo en una esquina, una mano en otra y bajo algún pórtico anónimo, depositar el corazón, a ver si alguien lo reclamaba como suyo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Otoño

Despertó con su cara pegada contra la mesa. Abrió lentamente los ojos, intentando retener alguna imágen del reciente sueño. Vió la novela abierta junto a su brazo y, un poco más allá, el tazón rojo.
El Va Pensiero de Verdi le hizo más agradable la vuelta a la realidad. Entonces, irguió su cuerpo y se desperezó. El olor a granos del café le puso hambriento; no le vendría mal un pan amasado y un café cortado.
Frente a el una tela inacabada: un gran lienzo en tonos azules y medias tintas del convento de San Francisco de Valparaíso. A un metro, en el borde de la mesa atestada de catálogos, libros, Cds., dos copas de vino, óleos, frascos y disolventes más los cuerpos estirados y sucios de los pinceles, un chocolate a medio comer. Se tomó la frente y los cabellos. Se restregó los ojos y se acarició la incipiente barba. Resignado ya a perder sueño fué hasta la ventana del taller. Tras la ventana y el vidrio la ciudad como una hembra lánguida y somnolienta, gris y fría. Miró el trozo de calle, una señora barriendo las hojas caídas, una chica guapa paseando al perro.
Amanecer solo y en otoño no le hacía mucha gracia, pero, ni siquiera su más reciente y fiel musa se dejaba seducir por el vino, la buena cocina y la buena conversa y la pipa de hachís sin oponer, en ocasiones, feroz resistencia y no acabar envuelta en sus brazos y las sábanas en el sillón cama.
Las minas le aman y le huyen, es su sino. El las ama y, pocas veces, las retiene.
Descartó a Piazzolla, prefiriendo las Gimnopedias de Satie para el desayuno. Subió el volumen y comenzó a preparar café. No tenía pan amasado, apenas un resto de pan integral en la bolsa del supermercado. Se engulló, por descarte, un gran trozo de queso, mientras preparaba el tazón. De pronto, junto a la puerta y a un costado de la cantidad de fotos y bocetos adheridos a la pared, notó un papelito:
José, sabés que mi respuesta es no.
Pero gracias por intentarlo. Sos un amor.
Un beso, Luz.
Ni siquiera lo despegó. Sonrió con el gesto del lápiz labial en el borde del mensaje. La cafetera le avisó que esa mañana, y las seguidas, desayunaría solo, teniendo en cuenta el detalle de su Luz. Fué hasta sus telas y buscó un retrato. Sentado en el piso observó la mirada coqueta, los labios gruesos y el lóbulo pequeño; se conmovió, o sería la costra de soledad que mes a mes iba cubriéndole?
"Qué más da", pensó. "Es otoño, los ojos se vuelan, el alma se dispara"

sábado, 22 de marzo de 2008

De vuelta a lo esencial


Qué es lo esencial en mi vida?


No es la primera vez que me hago esta pregunta; generalmente, la hago en medio o inmediatamente después de algún momento peliagudo. Pero esta vez me cuestiono sin que haya crisis. O al menos, luego de haberla superado.

Lo esencial para mi es aquello sin lo cual mi vida no tendría sentido. Los amigos, la familia. Pero también el buen cine, una buena lectura, una buena conversa, un vino y una buena compañia.

Será que al cumplir 30 mis neuronas sufrieron algún cambio en su funcionamiento regular o algún imperceptible daño. La cosa es que tengo 30 y veo como ciertos gustos, aficiones y hábitos ya no se mantienen. Para mejor eso si. Por ejemplo, ahora disfruto más el tiempo con mis amigos y amigas, me ocupo en "volar" y, simplemente, vivir. Como que antes me olvidaba de mi por largos periodos. Por eso, sentarme con un temazo, al caer la tarde, y leerme un buen libro es genial. O ponerme cómodo y disfrutar de una buena película es, en ocasiones, impagable. Será que me preocupo menos del tiempo, cuestión que antes me producía angustia porque tenía la sensación de hacerme viejo sin haber alcanzado todos mis objetivos. Sin embargo, qué gano preocupándome tanto del tiempo. Este pasará inexorablemente. Lo esencial es cómo. Y eso me resulta mucho más interesante. Puedo, al hacer el cambio en la manera de verle, avanzar igual de lento, pero, más seguro. No le veo pies ni cabeza amargarse la (breve) existencia con la plata o lo que pudo ser y no fué. Si un problema tiene solución, no es problema. Si no la tiene, tampoco.

Mantengo un par de metas a futuro, mas el foco de mi atención es ahora. Qué será de mi en 3 meses? ni idea. En 1 año? vaya a saber!

De los 20 hasta ahora la vida pasó muy rápido. Quiero llegar a los 40 disfrutando a full lo bueno y lo malo. A los 40, de llegar, me haré cineasta. Bueno sería!

La otra noche tuve uno de esos momentos memorables. Me junté con un par de amigos que no veía hace rato en un parque por la noche. Nos tomamos unas chelitas y compartimos un caño. No hubo necesidad de más; hablar, arreglar el mundo, reirse y reirse de nosotros mismos y de una que otra experiencia con féminas fué notable. Para qué más? en lo más sencillo está lo mejor. Por eso el día que tenga mi depto. estas reuniones serán una obligación y un infaltable en mi lista de esenciales.


miércoles, 12 de marzo de 2008

V E R


Se echó a las calles como habitualmente: con dos pesos en los bolsillos, un papel, un grafito, y un recuerdo que no dejaba de comerle el seso. Los adoquines húmedos no van con las zapatillas. No es como los tacos de mujer que se parecen a los cascos de una yegua trepidando en un callejón londinense, pero, no es Londres y no hay mujeres con tacos hoy en la tarde, no en este lado de la ciudad con paredes añosas y faroles amarillos, árboles melancólicos y mudos ventanales. Es otoño y le encanta el otoño por eso se vuelca a las esquinas a mirar como se mudan los avellanos a espaldas de todos, como se viran las aves, y las calles se vuelven solitarias.

Por qué no lleva el paletó gris como hacen todos o los jeans acerados? Por qué no llevar la corbata recta y la frente despejada? Qué decir a esa minita que viene directamente para que se desvista con lujuria apenas llegados a casa? O, sencillamente, morder una fruta juntos hojeando un álbum de viejos fotogramas? Verla a través de la ventana, desnuda y drogada, rompiendo con un beso el hielo, hiriéndote para siempre con su carne muy tibia... Pero las minitas pasan y los años se quedan. Ya no tiene 20 para dejarse abducir como una bestia o 25 para entrar en todos lados como animal feroz. Ahora vive sosteniendo ideas con tal de no morirse envejecido de súbito, ahora se arroja a las calles y los bares, escribe un par de cosas y dibuja otras. Nadie, ninguna, le ha trastocado el alma, y no es virtud amar solo, no es como pararse frente a la tela con el abecedario completo de colores sin gesticular ninguna palabra.

"Es mejor vivir herido que estar dormido como hasta ahora...", anotó esa frase del film. Emergió del cine a deshoras como para enfrascarse en discusiones con amigos asi que cogió el último caño de la semana, se lo fumó con las ganas de un desesperado y, al cabo de unos segundos, estaría muy lejos, más allá de las estatuas, de las gentes; lejos...