martes, 24 de junio de 2008

Tedio

José cierra la puerta tras de si, e inmóvil, observa la biblioteca, la mesa roja reproductora de vinilos, la alfombra de grandes círculos rojos, la mesita en metal con varios libros encima, asomando entre sus hojas los marcadores de páginas y notas a color. Un tazón de café marrón, una reproducción de una araña multicolor de Alexander Calder, todos, en suma, mudos habitantes en la quietud del departamento. Atraído por la música, José se aproxima. Gira el vinilo, lentamente. Se lee en la carátula: Caprichos de Niccolò Paganini. Violín: Salvatore Accardo. Sube la vista, a unos metros de él, extendida sobre un atril y con los rastros enérgicos de la ejecución en su corteza, yace una notable semilla en madera natural con incrustaciones de bronce. Un foco la golpea con pálidos reflejos. A un costado, la máquina cepilladora como un arma olvidada. El rostro sosegado de José; sus ojos fijos en las astillas y virutas esparcidas alrededor de la semilla.
Hay una brisa. Las cortinas ondean. La delgada figura de Phillipe en el balcón ante la lluvia y la ciudad. Phillipe usa sandalias, jeans viejos y polera, fuma de su pipa negra. José camina hacia él y se instala a su lado.

No puedo trabajar más – Phillipe respiró fuerte – El tedio es un demonio poderoso, mal du siécle, o el monstruo delicado para Baudelaire. ¿Tú crees en demonios?

No se miran. En sus pupilas están la lluvia, los edificios, las calles y las luces.

- En ese demonio, sí – responde José –, pero yo lo llamo, familiarmente, cabrón hijo de puta
- ¿Y qué haces con él?
- Lo esquivo, lo engaño
- ¡No te creo, sé que te jode como a mi!

José sonríe y recibe la pipa de su amigo.

- ¿Y qué vas a hacer? – le consulta José, aprovechando que su amigo a entrecerrado los ojos en la bocanada de hachís.
- Escuchamos a Paganini! A lo mejor un demonio espanta a otro – breve silencio, los dos semblantes de perfil, erguidos, Phillipe expulsa el humo por las fosas nasales, piensan, perciben – ¿Te has puesto a pensar que la música es un arte universal? No existe un ser humano insensible a la música, sin importar la condición, todos la escuchamos. Torturadores, sicópatas, ladrones, dictadores, premios nacionales de arte, políticos, lameculos, ella no le niega su cuota de belleza a nadie.

José le mira, luego, vuelve a la ciudad.

- ¿Qué crees, habrá música en el infierno? – le consulta a Phillipe, aspirando con fuerza desde la boquilla
- ¡Ah, eso es diferente! Ruido, creo yo, puro ruido.
- Pero, Satanás fue un ángel, a lo menos sabrá tocar la trompeta… ¿te lo imaginas tocando de alma en alma, de hoyo en hoyo, burlándose de ti? O con una orquesta de jazz como cuando Woody Allen baja al infierno y discute con él: “soy más poderoso que tú porque soy más pecador” – José imita la postura de Allen en la película - “¡Yo nunca he creído en Dios, ni en el cielo ni en todo eso! Soy estrictamente quartz y partículas y agujero negro y todo lo demás es basura para mi” – ambos se ríen a carcajadas - este… - José cierra los ojos, los apreta recordando – “¡y también hago cosas horribles: he engañado a todas mis mujeres y ninguna se lo merecía! Me acuesto con putas, bebo demasiado, ¡y tomo pastillas y miento y soy vanidoso y cobarde y propenso a la violencia!” – ambos vuelven a reír.
- Si, si, si, pero, no te olvides del Bosco y su averno. ¡Ese si que es infierno! Con demonios armados de cornetas, bombos, gaitas, laúdes. Imagínate: “fuiste una lujuriosa!” Te condenan los demonios. “¡Entonces, te violamos todos juntos por toda la eternidad!” y vamos tocando la corneta y el bombo… – vuelven a reír.


Después de unos minutos, entran. José se lanza de espaldas sobre unos de los sicodélicos sillones, echa su cabeza hacia atrás. Phillipe, va a cambiar el vinilo.
Phillipe se pone de pie. El vinilo comienza a girar y en la carátula dorada se lee: Herbert Von Karajan. Sinfonía Nº 9 Op. 125 en Re menor de Ludwig van Beethoven. Phillipe adelanta la aguja en el disco. Luego, va hasta su obra y la mira, como estudiándola.

- “Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié". – declama José, en voz baja.
- Es cierto – agrega Phillipe – la belleza…

Beethoven varios segundos, embestida de violines. Phillipe deja su pipa. Cubre la semilla con una lona. José le mira como pensando algo, comenta:

- Cuando venía hacia acá miraba a la gente y pensé: a la mayoría no le molesta en absoluto la fealdad. Es como si algo les obligara a comportarse como autómatas insensibles a todo lo que no sea trabajo, consumo, compras o evasión. ¿Cómo podrían, entonces, reconocer la belleza? ¿Cómo podría conmoverles o apasionarles una obra? Pero, claro, les entiendo. Tienes todo al alcance de tu mano. Tomas tu carrito en el supermercado y si tienes hambre, consumes; ¿necesitas un televisor?, consumes; ¿te gusta un libro?, lo compras; ¿quieres escuchar a Beethoven? luego del pasillo de los jamones, vas y compras la 9º sinfonía, a una ganga, con una película de Bruce Willis de regalo. ¡Vaya sistema de mierda tan bien pensado para tenerte contento y muy cómodo e indolente!

José sentado en el borde del sillón nuevamente se dejó caer hacia atrás. Phillipe, con las manos en los bolsillos, se quedó pensando y oyendo el coro de la Filarmónica de Berlín. Fué hasta su biblioteca y buscó un libro de tapa roja con marcadores, como todos los demás libros. Buscó un capítulo, una página. Pulsó pause en el reproductor.

- "La gente va de un cuadro a otro, busca y lee los nombres. Luego se va, tan pobre o tan rica como entró, y se deja absorber inmediatamente por sus preocupaciones, que no tienen nada que ver con el arte. ¿Para qué vinieron? Cada cuadro guarda misteriosamente toda una vida, una vida con muchos sufrimientos, dudas, horas de entusiasmo y de luz. ¿Hacia dónde va esta vida? ¿Hacia dónde busca el alma del artista, si también se entregó en la creación? ¿Qué anuncia?”

Phillipe le miró unos segundos, esperando reacción. Agregó:

- Kandinsky, de lo espiritual en el arte. ¿Qué quieres, viejo, que las personas vayan por ahí diciendo qué bello este color de árbol o qué bella esta tarde? ¡Carne, amigo mío, carne somos, la carne nos domina, todo lo exterior!
- No sé, tal vez, necesitan que se les enseñe – reclamó José
- Tal vez, pero, entonces tienes que decidir entre la gloria personal o el trabajo social. Anda, asómate y mira – Phillipe señala el balcón – a toda la gente que no sabe nada de arte ni tienen porqué saber. El mundo seguirá girando…
- ¿Qué quieres decir?
- Aquí importa el yo. ¿Quieres ocuparte de la falta de belleza? ¡Entonces, trabaja más! ¿quieres enseñarle a la gente cómo apreciar tu obra? ¡Primero ocúpate de si tu obra es lo mejor que has dado!

José se pone en pie. Se instala frente al ventanal. Phillipe, sentado en un puf blanco, con una lámpara que emana una luz anaranjada, continúa.

- Yo soy un burgués, amigo mío, y un hedonista y, aún así, tengo plena consciencia de ser un hijo de puta como lo es toda mi familia. Yo no busco poder porque tengo lo que quiero. Tú no naciste en cuna de oro, pero tú y yo compartimos una cualidad terrible si te detienes a pensarlo, y eso es ya un hecho bastante curioso. Ambos tenemos ese zumbido en la cabeza, en el centro o en algún otro lugar de nuestro cerebro que nos impide cerrar los ojos y entregarnos a la realidad como si cualquier cosa. ¡Tenemos ideas zumbando, una visión de mundo, tenemos sensibilidad! – Phillipe remarcó la última palabra y quedó suspendido en el aire el humo de su pipa, su mano derecha sobre el lugar del corazón.

José le observa con una expresión mezcla de enfado y lucidez, un poco de melancolía en el fondo de sus ojos. Phillipe se tiende hacia atrás rendido por el hachís. Con los ojos cerrados, recitó:

- “Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
Debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en la ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo”

José con el reflejo de la ciudad iluminada en el rostro.

- ¡La obra, viejo, la obra es lo único que debe importarte! ¡Y estos versos de Konstantínos Kaváfis, acuérdate de él cuando llegue el tedio! Taedium vitae…

sábado, 26 de abril de 2008

Blues!!

“Hoochie Coochie Man” de Muddy Waters, pero en una versión de The King, a todo volumen en el pequeño equipo de música, junto a la mesita con una de las paletas saturada de rojos indios, bermellones y marrones. Sobre el equipo una croquera abierta con bocetos. Desplazando la vista desde la entrada, es decir, de izquierda a derecha en el taller, un perchero con un par de sombreros de ala corta y una chaqueta de cuero negro. Un viejo y refaccionado mueble sirve de biblioteca con numerosos títulos del más diverso color y grosor. Continuando el recorrido, el exiguo espacio de la cocina americana sin nada particular, más que la máquina para hacer café y una tostadora de pan con dos pinceles encima. En medio de la habitación y, como ya es costumbre, el mesón saturado de objetos. La ventana en segundo plano, cerrada y golpeada por la lluvia, de cortinas abiertas, es muda espectadora del otro lado del taller; viniendo nuestra mirada desde la esquina opuesta, José propina, espátula en mano diestra, tonos y colores contra una tela horizontal de gran dimensión. En ella, una silueta oscura se dibuja contra un plano gris con recortes de diario. El overol azul del pintor esta sucio de óleo, y la polera verde oliva, con agujero bajo la axila, es también una costra de pigmento.

Agotado, se aleja un par de metros para observar con mayor objetividad el avance de la obra, manos en la cintura. Un detalle bajo el atril: la pistola de pintura con distintos recipientes manchados de colores puros. Detrás del sillón cama, varias composiciones en amarillo, naranjo y rojo.

Al rato después, reina el silencio. Fatigado, José va hasta la cocina para luego empinarse un vaso de vino blanco, la botella de vino tinto vacía, yace junto a los pinceles y el tostador.

Su cabeza parece fija en una idea. Tararea: confutatis maledictis, flammis acribus addictis, voca me cum benedictis...

José, tendido sobre el sillón, luces bajas, brazo izquierdo sobre la frente, las piernas sobre algunos pantalones oye caer la lluvia, está confuso y siente frío.

“¡Yo sé de los cielos que estallan en rayos, y de las trombas
y de las resacas y de las corrientes:
¡Yo sé de la tarde, del Alba exaltada como un pueblo de palomas,
y he visto alguna vez, eso que el hombre ha creído ver!

¡Yo he visto el sol caído, manchado de místicos horrores.
iluminando los largos flecos violetas,
parecidas a los actores de dramas muy antiguos,
las olas meciendo a lo lejos sus tambores de Moaré!

Yo soñé la noche verde de las nieves deslumbrantes,
besos que suben de los ojos de los mares con lentitud,
la circulación de las savias inauditas,
y el despertar amarillo y azul de los fósforos cantores!” (Rimbaud)

José y su mejilla pegada al vidrio de la ventana, con el vaho de su respiración sus dedos dibujan; piel de gallina. Su mirada se orienta hacia el horizonte de edificios, árboles, tejados, luces que se apagan y otras muriendo lentamente. Camina alrededor de la tela, manos en los bolsillos. Ya casi no le queda vino. Ya casi se dibuja claramente la sensación que busca con ansiedad; ad portas de su mente. Echa a un lado hojas y lápices. Busca un cd, ese cd con la melodía: Confutatis maledictis...
Mozart! a 36 en la perilla del volumen.

José escribe en una croquera. Escribe y dibuja. La sensación le es casi palpable; un color, un trozo de la tela inacabada. Debe insistir en ella para que tome forma! Rew en el control remoto: Rex tremendae, ahora.

Arrobo...

2

La clase de artes iba a comenzar. El grupo de estudiantes acepta la invitación de su profesor de dibujo y se sientan en el suelo al centro del amplio taller, rodeados de los atriles, mesas y modelos de yeso, cabezas de vaca y sillas añejas. José es uno de ellos, 12 años más joven. El maestro, de pie, y con un pizarrón a sus espaldas, inicia su primera clase:

- ¿Por qué están aquí? Imagino que ya se han hecho esta pregunta. ¿Por qué elegir este camino, el más difícil de todos? Es un poco más sencillo optar por una carrera que nos ofrezca una lógica ya probada, a prueba de grandes fracasos y caídas existenciales. Si creen que obtendrán una vida común siendo artistas abandonen ahora, no se hagan falsas expectativas. El arte es una renuncia, jóvenes. Nos pide, ni más ni menos, que nos divorciemos del mundo. El arte exige de nosotros ser hijos del rigor.

- No comprendo, profesor – se animó la estudiante, animada por la pausa alevosa del maestro.

- Fíjense, ustedes, hay un connotado artista conceptual que, iniciado su curso de artes, interroga a sus discípulos con la siguiente cuestión: “Explíquenme, ¿cómo van a comprarse su primer refrigerador?”. Si la respuesta es un “no sé” o un “no lo había pensado”, él o los estudiantes eran, automáticamente, eliminados de su curso. El artista y profesor no toleraba que sus discípulos se desentendieran del mundo material. Precisaba que ellos dieran su razón al arte y su cuerpo al mercado. Relación bastante peligrosa, considero yo, sobre todo, porque en pos de este vínculo se pueden hacer concesiones muy dolorosas para la obra que restan fuerza y verdad al contenido. Entiéndanme bien, no hablo de que no se deba ganar billetes. Pero, si algún día tienen solo una manzana para comer, sigan adelante y no dejen el noble oficio de la creación, que ya habrá tiempo para lo material.

- Profesor – interrogó otro estudiante – estamos casi en el siglo XXI, ¿usted dice que debemos tener ideales románticos?

- ¿Quién no desea tener el televisor de 49 pulgadas en el muro de su casa? Pero, cuidado, no confundirse entre profitar del sistema que abrirse de piernas, cediendo nuestra libertad, a través de la obra. Porque todos, de alguna forma u otra, nos vendemos y nos prostituimos al sistema. Cedemos nuestra energía, nuestro tiempo, nuestros nervios a cambio de una vida común. Pero, lo que para el hombre común es un fin para el artista es un medio.

- Profesor, usted dijo que no debemos ceder nuestra libertad.

- El fin último del artista es la obra. Todo en él deber ser trabajo y disciplina para lograr la expresión de sus sentimientos e ideas. Porque cuando el artista vive el proceso creativo es como si estuviese encinta: lleva consigo una impresión o sensación que se desarrolla por meses o años. Finalmente, al dar a luz, el artista, eso si, muere: lo que de ahora en adelante vivirá es el contenido de la obra y la obra por si misma. El público no verá al artista sino que entra en juego con todo el significado que la creación le transmite, a veces, tomando parte activa de la misma. Es la obra quien, ahora, respira y habla por si misma! El artista hizo bien su tarea!

- A eso se refiere con ser hijos del rigor? – preguntó José, algo tímido.

Vayan y traten de pedir trabajo como poetas, escultores, pintores o cineastas. A quién le interesa si ustedes necesitan las mismas cosas que cualquier persona. “Lo quieres, trabaja!”, dirán. Lo hacen, pero, cuando lleguen a sus talleres cuelguen su vida común en el perchero o detrás de la puerta y vivan lo extraordinario: la creación. Porque ustedes tienen un don y una responsabilidad: crear! Pídanle a un abogado que escriba un poema, más fácil será para ustedes aprenderse el código civil. De ustedes pido lo excepcional: conmover, hechizar, rozar con un sentimiento y, a su vez, si es perentorio, romper con todo, destruir y volver a construir! Vivan apasionadamente! Hagan una vida y, luego, déjenlo todo para largarse a conocer el mundo! No pongan su alma en las cosas materiales porque su alma se debe, única y exclusivamente, a su obra. Amen intensamente porque, de lo contrario, que artista es aquel incapaz de amar y darse por entero? El hombre común no se ama más que a si mismo o bien ama al mundo. No tiene la capacidad de renunciar a sus creencias, a sus prejuicios, incluso, de renunciar a si mismo con tal de ganar algo nuevo! Ustedes, jóvenes, no tengan miedo de lanzarse al vacío porque eso es poesía! Pero, insisto, si alguno de ustedes no se cree capaz de tremenda tarea que abandone ahora, ya! Y aquí no ha pasado ni se ha dicho nada…

3

Luces apagadas, salvo una, apuntando al cuadro.

Sugar Blue queda sonando en el equipo. Sugar Blue y su versión del mismo blues de Waters. La puerta se ha cerrado y el taller queda en reposo.Volteamos, vemos que la obra ha sido terminada.

sábado, 12 de abril de 2008

Cool Jazz

22:50 hrs. Media luz naranja en los rincones. Figuras inertes y erguidas sobre sus pedestales, plastificadas algunas, desnudas otras, parecen aves que se han detenido y quedado para siempre. Pájaros humanos. Y más de alguno mira de reojo a los amigos que por más de 3 horas exhalan un humo blanco por nariz y boca. Les ven reirse a carcajadas y quedarse mudos, casi tan pétreos como ellos mismos, como si sus mentes hubiesen atrapado alguna idea al vuelo y por largos minutos giraran por el techo, y más allá.
Miles Davis y su Cool Jazz cubre todos los objetos con su sonido.

- Para qué?

- Cómo para qué?

- Si Dios existe, para qué?

Hubo silencio.

- Ya, sería reconfortante que Dios existiera.

Vuelven a fumar.

- Tengo casi 40 años y te digo que una sola cosa me anima seguir viviendo.

- Qué? fumar, las mujeres? - bromea su amigo.

- Nooo! - se toma su tiempo - la belleza.

Nuevo silencio.

- Piénsalo. De entre todos los placeres de este puto mundo, digo: los placeres mundanos y comunes, y los sublimes, son estos los que contienen, en esencia, a Dios.

- Espera, espera, quieres decir que hay algo de Dios en el placer?

- Claro! sino por qué nos atrae tanto? pero, te repito: no estoy hablando de todos los placeres, sino de leer un buen libro o contemplar pintura o, qué se yo, una catedral del siglo XIII. O, escuchar a Miles Davis o un adagio de Bach nos da un placer especial. Es un goce distinto al sexo o a comer.

- "Sin música la vida sería un error"

- Ajá, Nietzsche! me comprendes.

- Creo, y el mismo decía: "Tener fe significa no querer saber la verdad". Será por eso que irremediablemente, amigo mio, no creo en Dios. O no me alcanza la fe para creer... pero, si. Si, si, me pasa con el arte lo que dices.

- Es más que un facilismo técnico lo que lees o ves u oyes y que te provoca esa sensación; tiene algo divino, superior, admirable. Si Dios no esta ahí, entonces, dónde?

Phillipe se incorpora. A josé se le figura un árabe a punto de largarse a una guerra santa para cortarle la cabeza a todos los impíos del arte. Y es que con el pelo largo y negro, flaco y trigueño, a su amigo nada más le falta la barba y el traje ad hoc, y perder, definitivamente, el acento francés.

- Entonces, si crees en Dios - agrega José.

- En ese sentido, si - afirma Phillipe mientras sirve las pequeñas copas de Absenta.

- Me puedes decir, de dónde carajo sacaste Ajenjo?

- Ja, ja. Amigo mío: sabes que se cuenta solo el milagro... - le ofrece la bebida - No soporto cuando me vienen con eso de "que Dios se manifiesta en su sabiduría incomprensible". Si existe, cómo permite un Auschwitz o todas las barbaridades y absurdos de este mundo?!

- Si Dios es belleza, cómo permite la fealdad?

Phillipe, apoyado en su ventanal, bebe a sorbos su "hada verde". José, harto de los almohadones, va hasta la biblioteca. Le toma esfuerzo no cerrar los ojos para desconectarse. Luego de unos minutos, coge un libro del Bosco y se desliza hasta el sillón de labios rojos, una copia del Mae West que su amigo se trajo desde Paris.

- En serio que a veces he pensado en el suicidio y lo único que me ha detenido es la belleza. Saber que aún tengo tanto por leer, por apreciar y por crear, me han sujetado a esta tierra.

José se imaginó dando un salto de cuatro metros muy lento, alcanzando a cogerle del pelo o de su camisa lino crudo, evitando una aparatosa y larga caída sobre la calle.

- Y la fotógrafa? no ha venido? - creyó necesario tratar de animarle un poco.

Pero su amigo ya se paseaba por el taller parloteando de sus proyectos. Gesticulaba con sus largos brazos y dibujaba volumenes en el aire. Fué y descubrió una de sus esculturas. Hizo toda una breve exposición sobre el ritmo de Moore, de cómo se craneaba para su obra barroca parodeando al Éxtasis de Santa Teresa, y bla bla bla. José, ojos cerrados, junta colores en su inventario neuronal. Apenas, los abre y ve como su amigo urguetea entre sus discos y extrae uno de etiqueta dorada. Vuelve a cerrarlos...

- La belleza nos salva... - murmura - me salva cada día...

- Comprendiste al fin! - le responde Phillipe.

En eso la aguja de la mesa de sonido ya corre por los surcos del vinilo. Phillipe vuelve a encender su pipa de hachis.

- "Si las puertas de la percepción se limpiaran"... - inicia el.

- "las cosas aparecerían a los hombres como son: infinitas" - Espetó José.

Y Jim Morrison ya estremecía toda la habitación: Break on Through!!

sábado, 29 de marzo de 2008

Luz

Para Lorena

Era inútil. De pie frente a la tela, manos en los bolsillos del pantalón, el rostro vacío de expresión, no había deseo para continuar el trabajo. No quería fumar, no podía concentrarse al leer.
Sentado a la mesa, frente a la ventana, garabateaba líneas sobre una de las croqueras. Con su otra mano sostenía su barbilla; la vista fija hacia el exterior.
Echado en el sillón cama estudió, durante un rato, a las sombras de la tarde que se erguían como grandes masas al interior del taller. Minuto a minuto, subían y devoraban más espacios. Se imaginó a una figura flaca y negra trepando techos con una minita desmayada en sus brazos. De pronto, tras la cortina, un chascón de mirar enajenado lo espiaba. pero, no sería Cesare ni el Doctor Caligari en persona quien vendría a sacarle del esplín.
"Wonderful tonight" fué el tema escogido. Eric Clapton sabía interpretar sus estados de ánimo, mas, aún no atinaba a largarse por ahí, conteniéndose, juntando coraje para dejarse ver en el boliche donde trabaja ella.
Ella... buscó y revisó sus fotos. No se cansaba de verle sonriendo o durmiendo o mirar a cualquier lado, observándole con blandura.
La oscuridad ya lo envolvía por completo. Quieto, tumbado sobre la alfombra se rindió, finalmente, a la nostalgia de un cuerpo conocido. Y fué ahí, entre sus telas y rollos de papel, que unos pies descalzos fueron hasta uno de los bordes de la ventana. Solía pasear desnuda e instalarse a contemplar el ajetreo desde ese, su rincón. Con sus senos rozando el vidrio dibujaba circulos y figuras invisibles mas el sabía que de eso modo retrataba al mundo, y pensó que sería una aventajada artista de las tetas erguidas. Por eso, una vez, se las untó con pintura y disfrutó de dos estaciones completas con su ventana expresionista, la primera que haya conocido. Sin embargo, ella no se animó a pintar también en las telas o hasta en el muro. Que sus pechos solo se inspiraban con el frío del vidrio y en ciertas ocasiones, nada más... sentenció. El opinó que bueno. Además, ya estaba algo visto eso de pintar con una mujer en pelotas en la historia del arte.
No soportó que el rincón estuviese vacío. Tomado por una idea, a paso ágil, cruzó el centro de la ciudad. Más de una hora anduvo de aquí para allá tomando fotos, de cuando en cuando. Ya agotado y algo hambriento decidió ir hasta el café turco cercano al Museo de Bellas Artes.
Solo un par de comensales le vieron al entrar, anunciado por la campanilla en la puerta. Por unos segundos, aspiró el fuerte olor a tabaco y café. Desde la caja, Norma le regaló una sonrisa, y fué hasta el final, a la mesita con cubierta transparente y fondo de ajedrez.
La cámara sobre la mesa. Sus dedos jugando con el cenicero. Aguardó. A su izquierda, después del Wurlitzer, los retratos de mirada perpicaz sobre la pared rojiza de Jarmush, Fassbinder, Allen, Fellini, Cassavettes y hasta el mismísimo Marlon Brando parecían avivarle el ánimo. Mientras que en la pared opuesta, junto a la caja registradora y sobre la cabeza de dos lánguidos fumadores, la expresión mañosa y socarrona de Bukowski le exclamaba: "¡Vamos, galanzote, métele mano aqui mismo, fóllatela sobre la mesa!" Algo más severo y lacónico, Poe prefería guardar silencio y espiar, asimismo Marinello y Aster, aunque este le hizo el guiño para que la viese llegar.
- Café?
- Sí, por favor.
- Querés un poco de leche caliente?
- Si me la ofreces como hizo Emmanuelle Seigner en Lunas de Hiel, por supuesto! Te acuerdas que cuando la vimos te pusiste...
- Pará, José. Hoy no te asientan las bromas; mirate como andás.
- Cómo?
- Como un solitario que quiere consuelo. Parecés un espectro!
- Por lo menos, no dijiste esperpento!... si, soy un solitario sin remedio, qué le voy a hacer. Lo que si tiene remedio es tu ausencia en mi casa.
- José, cariño, no me pidás algo que ya sabés no te puedo dar.
- Ya me lo has dado, Luz. Mi casa, mi taller entero se muere sin ti. No te pido nada más que no dejes de ir porque no puedo trabajar, no puedo hacer nada si te extraño tanto. Es muy cruel crear el lazo y luego romperlo como si nada. Luz, te quiero...
- Yo también te quiero, pero, sabés que no te puedo amar. Yo no amo a nadie, nunca lo he hecho y no creo que seás vos la excepción. Me gustás mucho; lo que hacés, pensás, sentís, pero, no soy musa, apenas me alcanzo para mi.
- Luz - le enseñó las imágenes de la cámara - mira: ves? esa esquina, el sitio, nuestro sitio en el bar, los puestos en el cine, el parque, el puente, las veredas...
- Si...
- Qué les falta? tú! están a medio morir, mira. Están grises, apenas me hablan, me susurran que te echan de menos y que de no aparecerte, no tienen sentido.


De veras que la vida, a veces, se detiene, paralizándote con ella, incluso. Pero si Marlon Brando se hizo vulnerable al confesarse con su amante en El Último Tango en Paris, terminando moribundo y trastornado en un balcón, porque el no habría de lanzarse a cualquier sitio, dejando un brazo en una esquina, una mano en otra y bajo algún pórtico anónimo, depositar el corazón, a ver si alguien lo reclamaba como suyo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Otoño

Despertó con su cara pegada contra la mesa. Abrió lentamente los ojos, intentando retener alguna imágen del reciente sueño. Vió la novela abierta junto a su brazo y, un poco más allá, el tazón rojo.
El Va Pensiero de Verdi le hizo más agradable la vuelta a la realidad. Entonces, irguió su cuerpo y se desperezó. El olor a granos del café le puso hambriento; no le vendría mal un pan amasado y un café cortado.
Frente a el una tela inacabada: un gran lienzo en tonos azules y medias tintas del convento de San Francisco de Valparaíso. A un metro, en el borde de la mesa atestada de catálogos, libros, Cds., dos copas de vino, óleos, frascos y disolventes más los cuerpos estirados y sucios de los pinceles, un chocolate a medio comer. Se tomó la frente y los cabellos. Se restregó los ojos y se acarició la incipiente barba. Resignado ya a perder sueño fué hasta la ventana del taller. Tras la ventana y el vidrio la ciudad como una hembra lánguida y somnolienta, gris y fría. Miró el trozo de calle, una señora barriendo las hojas caídas, una chica guapa paseando al perro.
Amanecer solo y en otoño no le hacía mucha gracia, pero, ni siquiera su más reciente y fiel musa se dejaba seducir por el vino, la buena cocina y la buena conversa y la pipa de hachís sin oponer, en ocasiones, feroz resistencia y no acabar envuelta en sus brazos y las sábanas en el sillón cama.
Las minas le aman y le huyen, es su sino. El las ama y, pocas veces, las retiene.
Descartó a Piazzolla, prefiriendo las Gimnopedias de Satie para el desayuno. Subió el volumen y comenzó a preparar café. No tenía pan amasado, apenas un resto de pan integral en la bolsa del supermercado. Se engulló, por descarte, un gran trozo de queso, mientras preparaba el tazón. De pronto, junto a la puerta y a un costado de la cantidad de fotos y bocetos adheridos a la pared, notó un papelito:
José, sabés que mi respuesta es no.
Pero gracias por intentarlo. Sos un amor.
Un beso, Luz.
Ni siquiera lo despegó. Sonrió con el gesto del lápiz labial en el borde del mensaje. La cafetera le avisó que esa mañana, y las seguidas, desayunaría solo, teniendo en cuenta el detalle de su Luz. Fué hasta sus telas y buscó un retrato. Sentado en el piso observó la mirada coqueta, los labios gruesos y el lóbulo pequeño; se conmovió, o sería la costra de soledad que mes a mes iba cubriéndole?
"Qué más da", pensó. "Es otoño, los ojos se vuelan, el alma se dispara"

sábado, 22 de marzo de 2008

De vuelta a lo esencial


Qué es lo esencial en mi vida?


No es la primera vez que me hago esta pregunta; generalmente, la hago en medio o inmediatamente después de algún momento peliagudo. Pero esta vez me cuestiono sin que haya crisis. O al menos, luego de haberla superado.

Lo esencial para mi es aquello sin lo cual mi vida no tendría sentido. Los amigos, la familia. Pero también el buen cine, una buena lectura, una buena conversa, un vino y una buena compañia.

Será que al cumplir 30 mis neuronas sufrieron algún cambio en su funcionamiento regular o algún imperceptible daño. La cosa es que tengo 30 y veo como ciertos gustos, aficiones y hábitos ya no se mantienen. Para mejor eso si. Por ejemplo, ahora disfruto más el tiempo con mis amigos y amigas, me ocupo en "volar" y, simplemente, vivir. Como que antes me olvidaba de mi por largos periodos. Por eso, sentarme con un temazo, al caer la tarde, y leerme un buen libro es genial. O ponerme cómodo y disfrutar de una buena película es, en ocasiones, impagable. Será que me preocupo menos del tiempo, cuestión que antes me producía angustia porque tenía la sensación de hacerme viejo sin haber alcanzado todos mis objetivos. Sin embargo, qué gano preocupándome tanto del tiempo. Este pasará inexorablemente. Lo esencial es cómo. Y eso me resulta mucho más interesante. Puedo, al hacer el cambio en la manera de verle, avanzar igual de lento, pero, más seguro. No le veo pies ni cabeza amargarse la (breve) existencia con la plata o lo que pudo ser y no fué. Si un problema tiene solución, no es problema. Si no la tiene, tampoco.

Mantengo un par de metas a futuro, mas el foco de mi atención es ahora. Qué será de mi en 3 meses? ni idea. En 1 año? vaya a saber!

De los 20 hasta ahora la vida pasó muy rápido. Quiero llegar a los 40 disfrutando a full lo bueno y lo malo. A los 40, de llegar, me haré cineasta. Bueno sería!

La otra noche tuve uno de esos momentos memorables. Me junté con un par de amigos que no veía hace rato en un parque por la noche. Nos tomamos unas chelitas y compartimos un caño. No hubo necesidad de más; hablar, arreglar el mundo, reirse y reirse de nosotros mismos y de una que otra experiencia con féminas fué notable. Para qué más? en lo más sencillo está lo mejor. Por eso el día que tenga mi depto. estas reuniones serán una obligación y un infaltable en mi lista de esenciales.


miércoles, 12 de marzo de 2008

V E R


Se echó a las calles como habitualmente: con dos pesos en los bolsillos, un papel, un grafito, y un recuerdo que no dejaba de comerle el seso. Los adoquines húmedos no van con las zapatillas. No es como los tacos de mujer que se parecen a los cascos de una yegua trepidando en un callejón londinense, pero, no es Londres y no hay mujeres con tacos hoy en la tarde, no en este lado de la ciudad con paredes añosas y faroles amarillos, árboles melancólicos y mudos ventanales. Es otoño y le encanta el otoño por eso se vuelca a las esquinas a mirar como se mudan los avellanos a espaldas de todos, como se viran las aves, y las calles se vuelven solitarias.

Por qué no lleva el paletó gris como hacen todos o los jeans acerados? Por qué no llevar la corbata recta y la frente despejada? Qué decir a esa minita que viene directamente para que se desvista con lujuria apenas llegados a casa? O, sencillamente, morder una fruta juntos hojeando un álbum de viejos fotogramas? Verla a través de la ventana, desnuda y drogada, rompiendo con un beso el hielo, hiriéndote para siempre con su carne muy tibia... Pero las minitas pasan y los años se quedan. Ya no tiene 20 para dejarse abducir como una bestia o 25 para entrar en todos lados como animal feroz. Ahora vive sosteniendo ideas con tal de no morirse envejecido de súbito, ahora se arroja a las calles y los bares, escribe un par de cosas y dibuja otras. Nadie, ninguna, le ha trastocado el alma, y no es virtud amar solo, no es como pararse frente a la tela con el abecedario completo de colores sin gesticular ninguna palabra.

"Es mejor vivir herido que estar dormido como hasta ahora...", anotó esa frase del film. Emergió del cine a deshoras como para enfrascarse en discusiones con amigos asi que cogió el último caño de la semana, se lo fumó con las ganas de un desesperado y, al cabo de unos segundos, estaría muy lejos, más allá de las estatuas, de las gentes; lejos...